Recientes

El Remanente de Dios

el remanente de Dios


 El profeta Elías, se había descorazonado tanto por el decaimiento moral que su nación estaba experimentando, que huyó de las amenazas de Jezabel, la malvada esposa del rey Acab y se escondió en una cueva.

“Elías, ¿por qué te estás escondiendo?”, Dios le preguntó.

“Porque tu pueblo ha olvidado tu palabra, tus altares están derribados, tus profetas están siendo perseguidos y todos buscan el placer. Sólo yo he quedado; y ahora, vienen por mí, también” (ver 1 Reyes 19:10).

Aparentemente, Elías tenía un buen argumento. Su sociedad estaba al borde del colapso y el gobierno era el más malvado y vil de toda la historia. “Hizo Acab…para provocar…la ira de Jehová, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que reinaron antes de él” (1 Reyes 16:33). Además, Jezabel, la reina más malvada que había compartido el trono, estaba determinada a matar a todo seguidor de Jehová.

Elías estaba determinado a “seguir hasta el final” y permanecer fiel a Dios por sí mismo, pero él no sabía que, en ese mismo instante, el Espíritu Santo se estaba moviendo a lo largo de dicha región. Un gran despertar moral estaba a punto de suceder y Dios pronto arrojaría a Jezabel a

los perros y expulsaría a los gobernantes perversos. Dios le dijo enfáticamente a Elías que no solamente él no era el único, sino que había siete mil en Israel que no se habían entregado a la corrupción que les rodeaba. Dios estaba diciéndole a Elías que él tenía gente apostada en posiciones claves, ¡creyentes puestos de pie y veraces!

Lo mismo está sucediendo hoy. Mientras Dios le dijo a Elías: “Hay miles cuyas rodillas no se doblaron”; a nosotros, él nos está diciendo: 

“¡Hay millones que no han doblado sus rodillas!” ¡Gloria sea a Dios! No somos un pequeño remanente, sino un ejército poderoso, inamovible y firme en sus convicciones, en medio de una época enloquecida. Satanás quisiera que los hijos de Dios piensen que su número se está reduciendo; pero no creas sus mentiras. Dios sigue obrando, derramando su Espíritu Santo y atrayendo corazones hambrientos hacia él.


Fuente: David Wilkerson (1931-2011)


Compartir con Whatsapp

No hay comentarios